viernes, 27 de marzo de 2009

DESARROLLO HISTORICO DE LA PRODUCCION ANIMAL

EL HOMBRE COMO PARTE DEL ECOSISTEMA NATURAL.

Los investigadores del asunto suelen asignar a la tierra una edad aproximada de
30.000 millones de años. Las formas de vida superiores han estado presentes
hace unos 5.000 millones de años. Dependiendo del momento que se considere
para la diferenciación exacta del homo sapiens con sus antepasados, la presencia
del hombre sobre la tierra se remonta a un millón de años según algunos
antropólogos, otros le atribuyen el doble o hasta el triple.

En todo caso, durante el 98% de su existencia histórica, el hombre derivó su
sustento de la caza y la recolección de alimentos silvestres, que representaban la
única fuente de obtención de medios de susbsistencia para los grupos humanos
en todo ese tiempo. Durante casi todo ese lapso mejoró sus primitivos utensilios
de piedra para la caza y pesca sin que apenas se modificasen sus hábitos. La
principal característica en ese sentido cultural, conocido como paleolítico, es que
el hombre es una especie más dentro del ecosistema y depende de él en su
totalidad; hace parte de las cadenas tróficas al ser un predador, así como
susceptible de ser predado. Bajo estas circunstancias, la estacionalidad natural del
medio ambiente es factor primordial del cual depende el hombre para
aprovisionarse de medios de supervivencia, lo cual determina su condición de
nómade, puesto que la constante búsqueda de alimento es necesariamente
transhumante en estas condiciones, al crearse la necesidad de alcanzar nuevos
horizontes cuando los recursos del medio circundante escaseaban o se agotaban
o las condiciones naturales obligaban a buscar nuevos lugares donde asentarse.

Las condiciones de nómade en el hombre conllevan un patrón de aproximación del
hombre frente a la naturaleza: un grupo humano que habitaba una zona
determinada, la utilizaba en forma cíclica, retornando a los sitios en los cuales
había estado anteriormente, una vez estos volvieran a proveer de alimento al
grupo. En estas condiciones, el ecosistema podía verse afectado en algunos
casos: utilización intensiva del paisaje por un gradual aumento de la población
humana lo cual incidía directamente en la presión sobre los recursos existentes, o
por fenómenos naturales (glaciaciones por ejemplo), o por la acción, casual
inicialmente, del fuego. Esto lógicamente obligaba a las comunidades a emigrar,
originando el poblamiento de nuevas regiones.

El hábitat que acompañó inicialmente al hombre paleolítico pudo estar ubicado en
las zonas de vida subhúmeda tropical o subtropical, posiblemente en el continente
africano, en el límite entre ciertos tipos de bosque mixto y los lugares abiertos, es
decir en el ecotono entre el ecosistema forestal y el herbáceo, espacio muy
propicio para la recolección de alimento que ofrece silvestremente el bosque y la
caza mayor colectiva en las sabanas.

El hombre, recolector de frutos, de semillas, de tallos, hojas silvestres, se hace
inicialmente herbívoro; como recolector se compromete en una actividad
permanente en la búsqueda del alimento por dos razones fundamentales: de un
lado, porque aun no almacenaba al alimento recogido sino que lo debía consumir
a medida que lo recolectaba y, del otro, porque en su condición de consumidor de
alimentos fibrosos, con los que intentaba cubrir sus necesidades nutricionales, las
cuales eran altas debido en gran medida al gasto de energía para lograr sobrevivir
en dichas condiciones, los tiene que consumir en altas cantidades.

En estas circunstancias, según lo ha reseñado el historiador Julio Luelmo, el
hombre primitivo se agrupa formando grupos humanos de 6 a 12 familias para
cazar y recolectar en un área que podía abarcar de 80 a 100 km2, con un
campamento central permanente, pero esta estimación es sólo para regiones
abundantes en recursos de caza y pesca; en otras condiciones el radio del
asentamiento podía ser de 12 km2. En un clima frío, los esquimales y los indios del
Canadá necesitan actualmente 140 km2/persona.

El surgimiento de las actividades de caza y pesca introdujeron la carne en la
alimentación del hombre primitivo con lo que se garantizó un incremento en el
consumo de alimento. Como consecuencia de esta modificación en la consecución
del alimento y en el valor nutricional de las dietas, el hombre empezó a utilizar el
tiempo, que con anterioridad destinaba casi totalmente a la recolección y consumo
de alimentos vegetales, en actividades que modificaron sus condiciones de vida:
se da cierto grado de sociabilización en sus actividades que conllevaron al
mejoramiento de los métodos y herramientas de casa y a la ampliación de los
recursos destinados a vestido y vivienda. Así mismo, la posibilidad del tiempo
libre, del ocio, se empieza a manifestar una actitud sensible del hombre frente a lo
que constituía el espacio que habitaba: Los animales y vegetales, los fenómenos
naturales, el fuego, el sexo.

La primera gran herramienta que tuvo el hombre fue el fuego. Con él se
transformaron grandes extensiones de bosques en zonas de sabanas y de
sistemas herbáceos, paisajes que obligaron al hombre a adaptarse a nuevas
condiciones y a expandirse por nuevas regiones. El fuego fue también la
herramienta fundamental con la cual el hombre practicó las primeras formas de
agricultura de tipo itinerante o transhumante.

Nuevas experiencias empiezan a acompañar la vida del hombre: el conocimiento
de que el cuidado en esa actividad recolectora, que ciertas precauciones con las
especies animales y vegetales que le suministraban alimento, redundaba en una
recuperación más rápida de las plantas y en un suministro de alimento más
frecuente. Ya no agota los recursos y se marcha sino que los utiliza previendo
que, dependiendo del estado en que los deje, estos le entregarán nuevos frutos
con mayor o menor frecuencia. Ya no extermina totalmente una manada de
animales de presa para consumir sólo una parte de ella sino que deja un
remanente sobre el cual volverá, una vez la población haya aumentado en número
y con ello dicho recurso.

Esta actitud del hombre primitivo frente al medio, en particular con las especies
animales y vegetales importantes en el suministro de alimento y otros bienes,
constituyen los pasos iniciales hacia el proceso de domesticación de plantas y
animales. El siguiente texto de Santiago Olivier, intenta recoger de manera
bastante aproximada una serie de hechos, ya señalados anteriormente, de gran
importancia, que acompañaron las modificaciones del hombre en su proceso de
ascenso:
“Con la fabricación de sus primitivas herramientas comenzó (el hombre) a
independizarse de muchos factores ambientales; inició la construcción de su
propio medio ambiente; logró nuevos medios de trabajo; sus elementales armas le
permitieron una defensa más eficiente y un ataque más enérgico, por lo que
agregó la caza y la pesca a la recolección; comenzó a disponer de alimentos en
abundancia; la incorporación de la carne a la dieta favoreció su desarrollo físico e
intelectual; el uso del fuego y la domesticación aceleraron su proceso evolutivo”.

Al intentar nuevas formas de aprehensión e interpretación de los fenómenos de la
naturaleza y de los organismos vivos encontrados en ella, y al mismo tiempo la
posibilidad de elaboración y perfeccionamiento de las herramientas que
permitieran introducir algunas modificaciones que hicieran posible afrontar con
mayores posibilidades a condiciones adversas del medio ambiente, propiciaron la
sobrevivencia del hombre paleolítico. Es éste el momento preciso para reseñar lo
dicho anteriormente con la siguiente reflexión de Jacobo Bronowski:

“El hombre sobrevivió a la terrible prueba de las glaciaciones gracias a que
contaba con la flexibilidad mental de reconocer los inventos y convertirlos en
propiedad de la comunidad. Obviamente las glaciaciones originaron un cambio
profundo en el estilo de vida del hombre. Lo forzaron a depender menos de las
plantas y más de los animales. Los rigores de la cacería al borde del hielo también
cambiaron su estrategia. Se hizo menos atrayente la caza de animales solos,
aunque fuesen grandes. La mejor alternativa era la de seguir los rebaños y no
perderlos de vista; aprender a anticipárseles y, en fin, adoptar sus hábitos,
incluyendo sus frecuentes migraciones. Esta es una adaptación particular, la forma
transhumante de vida en movimiento. Tiene algunas de las cualidades primitivas
de la caza porque es una persecución... y poseía algunas de las cualidades
posteriores de la ganadería porque el animal era cuidado y como lo era,
preservado como un depósito alimenticio móvil”.

EL HOMBRE SE INDEPENDIZA DEL ECOSISTEMA NATURAL

Hasta hace sólo 9000 años aproximadamente, cuando se ha ubicado la aparición
de la agricultura, el control del hombre sobre la naturaleza era mínimo y sus
condiciones de vida eran extremadamente duras y difíciles. Las causas que
podían explicar el paso de la fase preagrícola a la agrícola permanecen aun
oscuras, aunque algunos autores, entre ellos Sahlins, Bronowski y Wolf, señalan
que posiblemente la razón fundamental fue el crecimiento de la población humana
y la consiguiente falta de espacio, unido esto a las cada vez mayores experiencias
acumuladas en la utilización de los recursos, fenómeno al cual previamente se
hizo referencia.

En ese mismo sentido, se ha considerado que el paso más grande e importante en
el ascenso del hombre a la transición de recolector nómade a agricultor
sedentario, lo que Childe denomina “revolución neolítica”; el rasgo característico
de este período es la domesticación de las primeras especies de plantas y
animales. Ahora bien, es necesario aclarar que las especies vegetales y animales
domesticadas y utilizadas por el hombre fueron diferentes, dependiendo de las
condiciones naturales que lo acompañaron, como fueron diferentes épocas y
lugares en las cuales se desarrolló este proceso; hoy, incluso, permanecen
comunidades humanas que sobreviven, bien con recolectores y cazadores, o bien
como grupos trashumantes que caminan tras las manadas de animales sin
domesticarlos: los Lapones del norte de Escandinavia y los Bactiaritas de Persia
son algunos ejemplos de tales comunidades; en ellas, sus integrantes se limitan a
seguir los grupos de animales y obtienen de ellos la alimentación, los elementales
utensilios de sus huesos y tendones, y otros bienes como las pieles para vestido y
vivienda.

Las primeras especies animales domesticadas por el hombre parecen ser el perro
y el cerdo. El primero, por la mutua convivencia originada en las faenas
trashumantes de cacería que desarrollaba el hombre. Konrad Lorenz señala que
en las pequeñas comunidades nómadas, las cuales eran escoltadas día y noche
por manadas de chacales que se mantenían siempre a prudente distancia, el
hombre del paleolítico descubre la utilidad del chacal, se gana su compañía
primero, y su amistad después. El hecho reviste una importancia extraordinaria, si
se tiene en cuenta que se trata de la primera vez que un animal - l hombre- pone a
su servicio- el perro – mediante un convenio tácito que redunda en beneficio de
ambos.

Los pasos iniciales en la domesticación del cerdo son muy posibles que se den
también en las actividades trashumantes de cacería, pero, en este caso, se trata
de la persecución de manadas de animales salvajes, a las cuales el hombre
empieza dar cierto cuidado, puesto que, como lo dice Bronowski, estas manadas
se convirtieron en depósitos alimenticios móviles, con posibilidades de un
suministro de alimento en forma más o menos permanente.

La agricultura migratoria, también conocida como trashumante o itinerante, o milpa
en Centro América, o agricultura de roza y quema en nuestro medio, pudo haber
sido el primer tipo de agricultura que el hombre primitivo practicó. Se trata de un
tipo de agricultura que pudiera llamarse semi-nómade o semi-sedentaria, la cual
es utilizada aun en selvas tropicales.

Según lo reporta Sahlins (1972), alrededor de 36 millones de km2, en donde
habitan 200 millones de almas, habitantes primordialmente de las selvas
tropicales, siguen siendo explotados bajo estos métodos. En diversas áreas del
Chocó se practica este tipo de agricultura, muy presionada ya por actividades
como la extracción minera de tipo mercantil, llevada a cabo por parte de
particulares y compañías extranjeras a las que el estado ha dado concesiones;
presionada también por la actividad devastadora y saqueadora de empresas
extractoras de madera, transformadoras en pulpa de papel, como cartón
Colombia, subsidiaria de la empresa transnacional Container.

En términos generales, ella se puede caracterizar por una secuencia estacional,
regular, de abrir y poner en cultivo una superficie de tierra forestal; tras una o dos estaciones de cultivo intensivo el espacio es abandonado por varios años (2 a 3 y
7 a 8 años, según la disponibilidad de la tierra), con el fin de recuperar su
fertilidad; por regla general no se aplican abonos, excepto las cenizas resultantes
del fuego; tampoco se hace un laboreo profundo del suelo. En muchas regiones,
una hectárea cultivada bajo estas condiciones puede mantener durante un año a
una familia de 5 a 8 personas. El sistema es intensivo en trabajo, dependiente en
gran medida del esfuerzo humano y conlleva la utilización de sencillas
herramientas ( hachas y machetes para limpieza, azada y palo excavador para el
cultivo); además es importante señalar que en él los agricultores suelen respetar
ciertas especies forestales, manejándolas como un recurso mas y utilizándolas
para vivienda o para la fabricación de embarcaciones, en las cuales se movilizan
por ríos, lagunas y mares; igualmente, el sistema es la gran riqueza agrícola, en
cuanto a la diversidad de especies cultivadas, incluyendo, de acuerdo a la región,
frutales, cereales, tubérculos, plantas medicinales.

Los agricultores Hanunoo de Filipinas cultivan aproximadamente 68 tipos básicos
de plantas alimenticias (en total, unos 280 subtipos específicos), más cierto
número de otras no alimenticias y más de 40 tipos básicos de cosecha se han
visto crecer simultáneamente en una misma huerta.

Posteriormente a esta agricultura migratoria hubo pueblos, sedentarios
empedernidos, que desarrollaron una agricultura más intensiva; es el caso de las
civilizaciones Persa y Sumeria; asentadas cerca de los valles Tigris Eufrates que
desarrolla una agricultura basándose en cereales, principalmente el trigo y la
cebada, y que utilizaron semillas y lograron canalizar otros tipos de energías en la
utilización del riego y el arado. Esta “revolución neolítica” se diseminó a múltiples
lugares, por todo el globo terráqueo: al valle del río Nilo (civilización Egipcia), a la India a través del valle del río Indo, y a otras regiones de Asia, más tarde se
extendió por el Mediterráneo y de allí a toda Europa.

Este tipo de agricultura sedentaria de cereales dio lugar a la domesticación de los
primeros animales de pastoreo, pequeños herbívoros rumiantes que, como la
oveja y la cabra, se alimentaban de los residuos de las cosechas. Browman afirma
que se tornaba más difícil la domesticación de especies grandes, como los
bovinos, ya que mantenerlos en las parcelas podía significar una desventaja,
particularmente durante los períodos de sequía y escasez de alimento, puesto que
satisfacer necesidades de alimento de los animales grandes se dificulta cuando
las demandas son altas y los recursos limitados.

Del Medio Oriente, la agricultura y la explotación animal se extendieron por el
Mediterráneo, donde florecieron culturas tan importantes como la Griega y la
Romana; de allí con la expansión del imperio Romano, se diseminó hacia casi la
totalidad de Europa.

La antigüedad grecorromana, puede decirse, fundó y mantuvo por mucho tiempo
su base económica de la cría del ganado; posteriormente, fue de gran importancia
económica la agricultura mixta, en un sistema de cultivo que supone el
establecimiento previo de los pueblos pastores en asentamientos permanentes y
en el que se emplea el arado.

Según los relatos antiguos, señala el historiador Julio Luelmo (1975), los orígenes
de estos pueblos se ubican en una economía de tipo pastoril itinerante, en la cual
inicialmente no existía propiedad individual de la tierra en pastos y tampoco tenía
importancia, o prácticamente no existía, el cultivo de las plantas. Con el
asentamiento de las tribus pastoriles se origina posteriormente un cambio en la
tenencia de la tierra al pasar de una propiedad colectiva a una por clanes
familiares, y finalmente, a una propiedad individual. En términos generales, con el
asentamiento de las tribus pastoriles y la paulatina formación de las ciudades, el
cultivo de plantas fue ganando importancia, pero siempre en asocio con la cría del
ganado, como actividad agrícola mixta.

Las principales especies animales utilizadas eran el ganado vacuno, el caballar,
los ovinos, las cabras, los cerdos, algunas aves de corral y las abejas;
fundamentalmente se obtenía miel, lana, carne y leche a partir de múltiples
especies. Revestía gran importancia la utilización animal en las actividades
agrícolas, para tracción en el laboreo de la tierra, como medio de transporte y
como fuente principal de abono orgánico. Se puede señalar que sin excepción, el
estiércol de los animales se constituyó en fuente de abono orgánico para ser
utilizado en los cultivos. A pesar de ello, el estiércol era insuficiente para cumplir con estos objetivos; en consecuencia, los agricultores recurrían a otros métodos y a otras fuentes orgánicas que aseguran el mantenimiento de la fertilidad de los suelos: se utilizaban pajas y residuos de cosechas, se establecieron cultivos
rotacionales de leguminosas con otros vegetales, pero principalmente se
estableció el barbecho, por medio del cual se proporcionaba descanso a la tierra
de cultivo.

No obstante, es necesario decirlo, a pesar del florecimiento de estas
culturas fue evidente, y lo es hoy, la destrucción de grandes extensiones de tierra,
fundamentalmente por la actividad del pastoreo por espacio de largos años, al que
precedió la destrucción de la vegetación mediterránea de bosques para el
consiguiente establecimiento de los pastos.

Como se anotó anteriormente, con la expansión del imperio Romano la agricultura
se extendió hacia gran parte del territorio Europeo a regiones de condiciones
ambientales diferentes a las Mediterráneas, donde se desarrollo un tipo de
agricultura también diferente: las condiciones climáticas, en especial la mayor
humedad, permitieron una intensificación de la agricultura, principalmente de
cereales, junto con la ganadería de leche y el pastoreo del ganado ovino; se
produjeron granos para el hombre y para el ganado. Para estos sistemas de
producción de alimentos en forma intensiva que desarrollaron los países
templados Europeos el bosque es un obstáculo, y así lo consideran los invasores
a su llegada a nuestro continente, lo cual trajo consecuencias funestas en cuanto
al deterioro de muchos ecosistemas tropicales, además del aniquilamiento casi
total de las culturas precolombinas que habían desarrollados formas sociales,
políticas, económicas y culturales muy propias y ricas, de acuerdo a las diferentes
condiciones que, en todo caso, son muy diferentes a las que generaron el
desarrollo de los países Europeos que aparecieron en América en el siglo XV.

Es importante dar un vistazo a este mismo proceso, pero aquí, en América. El
antropólogo Erik Wolf, estudioso de las culturas precolombinas de mesoamérica,
relata que hace unos 30.000 años el hombre franqueó el estrecho de Bering,
desde Asia, y pasó de Siberia a Alaska aprovechando el puente que se creó
durante la última glaciación; después, el deshielo de los glaciares elevaría el nivel
del mar varios cientos de metros, dejando aislados , por tanto, a estos habitantes
iniciales del Nuevo mundo.

Los primeros habitantes de América fueron cazadores de grandes animales
(bisontes, llamas, caballos); en pos de los rebaños móviles se fueron dispersando
hacia el extremo sur del continente, sufriendo considerables cambios genéticos y
adaptándose a múltiples hábitats. Hacia el año 7.000 antes de nuestra era,
alcanzaron la punta extrema del sur del continente, a una velocidad calculada en
esta expansión de 29 km por generación.

En este poblamiento de nuestro continente surgieron grupos culturales que, en
Mesoamérica particularmente, en vez de dedicarse a la caza mayor, acechaban
pequeños animales y obtenían la mayor parte de su alimento de las plantas
silvestres, condición esta que, ante transformaciones que sufrió el paisaje
(grandes llanuras se transformaron en áridos desiertos debido a cambios
climáticos), permitieron una mayor posibilidad de sobrevivir a los recolectores de
granos, posteriores grandes agricultores Aztecas y Mayas.

Puede afirmarse que antes de la llegada de los Europeos a nuestro continente, se
habían domesticado aquí un gran número de especies vegetales, superior a las
domesticadas en el viejo mundo: maíz, fríjol, amaranto, bledo, cacao, quinua,
calabaza, yuca, batata, papa, banano, tomate guayaba, aguacate, coca, piña,
fueron algunas especies que los Españoles, a su llegada, encontraron cultivadas
en América. En cuanto a las especies animales, se había domesticado el perro en
Mesoamérica, el cual en ocasiones engordaban para ser fuente de alimento; allí
también el pavo y el pato eran importantes como aves domésticas; los Incas
habían domesticado la llama, especie que utilizaban para carga y transporte,
también habían domesticado la alpaca, en tanto que el guanaco y la vicuña
estaban en proceso de domesticación.

Con la llegada de los Europeos, particularmente los Españoles, las formas de vida
de los habitantes del nuevo mundo sufren un vuelco total: hay un
resquebrajamiento cultural, se inicia la dominación y el saqueo, las sobrecargas de
trabajo por la extracción minera, la aparición de enfermedades que traen consigo
los conquistadores y, en general, al darse un rompimiento de sus formas de vida,
se presenta una aguda descomposición de las comunidades y prácticamente su
exterminio.

Esta situación la sintetiza trágicamente Eduardo Galeano afirmando que entre los
pueblos Azteca, Maya e Inca se contaban, cuando los conquistadores aparecieron
en el horizonte, entre 70 y 90 millones de habitantes. Un siglo y medio después se
habían reducido a solo 3.5 millones. En este período se pasa violentamente del
trabajo colectivo al trabajo esclavista y servil con objetivos mercantiles; la
agricultura se mantuvo a la zaga de la actividad minera, la cual, donde quiera que
se internaba no sólo saqueaba los recursos minerales, sino que arrasaba con
otros recursos: el suelo, el bosque, el agua, la gente.

A la par, se empezó a formar el latifundio ganadero con las especies bovinas
traídas por los Españoles, esperpento que aún hoy ocupa grandes áreas de las
mejores tierras de nuestros países.

En Europa, entre tanto, el fenómeno que trastoca los objetivos y las formas de
producción de alimentos es la “revolución industrial”. Ahora bien, todo el período
que transcurre entre la “revolución neolítica” e inicios de la “revolución industrial”,se caracteriza fundamentalmente por algunos aspectos: el cultivo de la tierra fue la base fundamental del sistema de producción, mediante el cual, el hombre obtenía los medios necesarios para su subsistencia; las especies animales satisfacían múltiples necesidades ( alimento, abrigo, tracción animal, transporte, abono orgánico) y estaban, a su vez, vinculadas estrechamente con la actividad agrícola.

En estas condiciones se produce básicamente lo que se necesita, incluyendo los
utensilios elementales de laboreo; los excedentes, cuando se presenta, se
cambian por otros bienes necesarios. Así mismo, durante este período empieza a
ser manifiesta la aparición de grupos humanos que derivan su sustento sin
participar directamente en la actividad agropecuaria: es el surgimiento de los
artesanos, los sacerdotes (quienes aparecieron desde mucho tiempo atrás, con
los brujos tribales), los militares, los comerciantes y los empresarios industriales,
cuyo nacimiento se ubica alrededor del siglo XVI.

EL HOMBRE INTENSIFICA Y ESPECIALIZA LAS EXPLOTACIONES
AGROPECUARIAS.

REVOLUCION INDUSTRIAL.

A partir de la Revolución Industrial, cuyo comienzo y auge ocurren primero en
Inglaterra, para que poco a poco se vaya diseminando a otros países europeos y
posteriormente al nuevo mundo, cambian los objetivos fundamentales de la
producción, y con ello, las formas y el manejo de los recursos con que se produce:
no se trata ya de la satisfacción de las necesidades humanas, sino de favorecer e
incrementar los ritmos de acumulación de capital y explotación del trabajo; el
objetivo es producir mercancías para la venta, para las ganancias, sin importar a
costa de que se obtenga esto, ni la forma como se produzca.

Para analizar lo que implico el proceso de industrialización en la utilización que el
hombre daba a los recursos en general, y particularmente a los animales, es
importante enunciar, así sea esquemáticamente, los hechos que caracterizaban la
situación justo antes de la revolución industrial:

- El 75% de la población activa estaba ocupada en las faenas del campo en el
cual residía.

- Existían muchos productores agrícolas y relativamente pocos consumidores
dedicados a otras labores.

- Hay escasa producción de excedentes agrícolas, pues estos sólo alcanzaban
el 25% más de los alimentos que el trabajador y su familia necesitaban para
autoabastecerse.

En estas condiciones se da un gran incremento en el desarrollo de la
mecanización, tanto para la agricultura, como para la industria. Suceden,
entonces, dos fenómenos de gran importancia: de un lado, la creciente industria
manufacturera, que fue la primera en desarrollarse, produce un gran aumento de
la demanda por materias primas de origen agropecuario (el ejemplo clásico es la
lana), lo que obliga a un crecimiento e intensificación de esta actividad, que toma
ya el carácter de empresa y que, además, empieza a requerir a su vez de insumos
para la producción.

Y de otro lado, esa industria urbana demandaba trabajo asalariado en gran
medida, ocasionando una gran migración de la población humana del campo a la
ciudad, población que desde entonces produce y al mismo tiempo consume las
mercancías; condición inherente a las economías de mercado .

La agricultura sufre así un acelerado proceso de mecanización e intensificación, a
fin de satisfacer la creciente demanda por materias primas para la industria y de
alimentos para la población urbana.

En este marco de profundas transformaciones sociales y económicas, las
especies animales utilizadas por el hombre sufren grandes cambios, en cuanto a
los objetivos de la explotación; el más importante de estos cambios se manifiesta
al dejar el animal de ser un recurso para satisfacer sus necesidades, para
convertirse en un recurso de capital: se pasa de la extracción y explotación del
recurso animal por su valor social como patrimonio natural, histórico y cultural de
las comunidades, a la explotación intensiva y especializada de ese recurso animal
por su importancia económica, por su valor para el cambio, su valor monetario o
tangible. Los animales pasan a ser una mercancía más, asunto que se manifiesta
muy concretamente en el surgimiento del concepto de “raza” de “ pureza”, como
marcas de fábrica para los animales. Esto se evidencia particularmente en los
ovinos y el ganado de leche, especies que adquieren gran importancia como
proveedoras de lana para la industria manufacturera, y de leche como alimento
para la población; producción que se presenta por primera vez en forma
especializada.

La comercialización de esta nueva mercancía es promocionada por medio de las
exposiciones de ganado puro, y controladas por las asociaciones de criadores,
empresas que monopolizan el mercado de dicha mercancía, que es clasificada
(etiquetada) más bajo criterios estéticos, como el tipo y la conformación externa,
que bajo criterios de producción.

Sin embargo, esta forma de abordar la producción animal era insuficiente; más
aún, era un lastre para responder a las exigencias de una creciente demanda de
materias primas y alimentos por parte de la industria manufacturera y la población
humana. No obstante, las formas de producción animal, sujetas a criterios de
belleza y de conformación, se mantienen hasta las primeras décadas del presente
siglo, cuando se elaboran las bases iniciales del mejoramiento genético animal,
cuyo trabajo se centra en las características de importancia económica, que son
utilizadas con objetivos meramente productivista.

Además de los elementos que el mejoramiento animal pudo desarrollar para ser
utilizados en la producción, en forma paralela se da un proceso de
industrialización en el cultivo y transformación de los granos de cereales, que son
destinados a la alimentación de animales.

SEGUNDA POST-GUERRA: ACERCAMIENTO ENTRE LA AGRICULTURA Y
LA INDUSTRIA.

Un fenómeno importante sucedido después de la segunda guerra mundial es el
cambio de importancia que adquieren las especies zootécnicas: por un lado, la
explotación ovina sufre una ostensible caída ante el florecimiento de la producción
intensiva del algodón durante la década del 40, y de la industria de fibras sintéticas en la década del 50. Y por otro lado, la producción de aves y porcinos tuvo un gran incremento ante la necesidad de satisfacer, en forma rápida y masiva, la creciente demanda por proteína de origen animal. Tal incremento supone entonces, una intensificación en la explotación de esas especies, lo que hace necesaria la
adecuación de toda una infraestructura que garantice el funcionamiento de esa
industria animal.

En el afán productivista que posee el modelo industrial, es necesario subsidiar
completamente a los animales para que alcancen y mantengan las metas
productivas, que los asimilan, más que organismos biológicos, a máquinas. De
otro lado, el tipo de alimentos utilizados para tal efecto, son aquellos que entran a
competir con la dieta de millones de seres humanos, habitantes de los países del
Tercer Mundo. Es sabido que la mitad de los cereales exportados en la actualidad
por los Estados Unidos, esto es, el 60% de los cereales del mercado internacional,
se destinan a alimentar ganado de otras naciones ricas y bien nutridas; en los
últimos años, el mundo ha producido cerca de 1.250 millones de toneladas de
cereal; de ese total, los países desarrollados han consumido la mitad, aunque
representan sólo un cuarto de la población humana mundial. Su ganado consume
un cuarto de las existencias de cereal. De esta manera los animales se convierten
en una forma de regular y controlar el mercado de cereales.

Además de los cereales, son también utilizadas para la alimentación de animales,
como fuentes de proteína, las semillas de oleaginosas, la harina de carne y de
pescado, y hasta la leche en polvo, utilizada para ajustar la proteína en
concentrados para truchas y cerdos.

Para poder implementar un modelo industrializado de la producción animal, para el
capitalismo era necesario entrar a ejercer un control genético sobre las especies
animales a explotar, así como de las vegetales utilizadas para su alimentación.
Para cumplir con esta exigencia, la tecnología moderna ha reducido enormemente
el número de especies vegetales y animales a explotar con el fin de asegurar y
monopolizar el mercado internacional de ese engranaje tecnológico.

LA TRANSNACIONALIZACION: MATERIALIZACION DEL
NEOCOLONIALISMO.

Así pues, si se mira detenidamente, todos y cada uno de los componentes de esta
infraestructura requerida por la producción animal en forma intensiva y
especializada se convierten en un negocio. Las grandes empresas
transnacionales agroalimentarias, obtienen grandes beneficios debido a su
monopolio sobre varios productos alimenticios y a la diversificación de los
procesos productivos donde intervienen.

La actividad de las empresas transnacionales en el Tercer Mundo, en primera
instancia, es ejercer un control total de todo el proceso productivo, pero luego,
ante los riesgos que ofrecen las actividades primarias, se retiran de la actividad
directamente cosechera de la mayor parte de los productos agrícolas y de las
explotaciones animales, concentrando su atención en el procesamiento y
comercialización de los productos a fin de ejercer un más efectivo control
monopolista sobre el mercado, tanto local como internacional; son éstos los pasos
iniciales a todo un proceso agroindustrial de corte capitalista.

No significa esto, sin embargo, que los objetivos de las transnacionales hayan
cambiado. Por el contrario, se trata es de consolidar su poder al dejar a los
gobiernos y a los grandes productores locales, tanto la responsabilidad de la
producción agropecuaria encaminada a su posterior procesamiento y
comercialización, como el hondo problema social que causa esa orientación de las
economías de los países pobres, que utilizan las mejores tierras para garantizar la
materia prima necesaria para la agroindustria, en detrimento de la población
campesina, la cual es desplazada hacia las peores tierras por esa poderosa
alianza.

INDUSTRIALIZACION DE LAS EXPLOTACIONES PECUARIAS: BENEFICIO
ECONOMICO VS. COSTO BIOLOGICO, ECOLOGICO Y SOCIAL.

La tecnología moderna ha asimilado las actividades agropecuarias a los procesos
industriales, caracterizados por la estandarización de los materiales y de las
herramientas, y por la descomposición secuencial de las operaciones. Estas
transformaciones han permitido un desarrollo de la producción por la
mecanización de los procesos, la concentración de las operaciones y el
aislamiento temporal y espacial de las secuencias.

En efecto, la intensificación se manifiesta con la especialización de la producción
animal. La producción se realizo con bovinos para carne y bovinos para leche; con
pollos de engorde y gallinas de postura; incluso se llegó a plantear la selección de
cerdos para carne y cerdos para grasa. Se ha despreciado e inutilizado gran
cantidad de materiales genéticos utilizados históricamente por el hombre; la leche
se obtiene, en forma masiva, sólo a partir de vacas, desperdiciando múltiples
especies que, además de la oveja y la cabra, son (o fueron) utilizadas por
comunidades locales; igualmente la avicultura se ha reducido a una sola especie –
las gallinas – desechando otras no menos importantes como los pavos, los
gansos, los patos, las codornices.

El fenómeno de especialización de la producción, necesariamente implica una
infraestructura y un manejo tecnológico complejo, sofisticado y costos, y que los
procedimientos y productos agropecuarios que los países desarrollados han
intentado imponer al resto del mundo han sido altamente especializados,
subsidiados energéticamente, dependiendo de insumos de origen industrial,
frágiles en su base genética, despilfarradores de tierra y desempleadores de
trabajo. Debido a las condiciones ecológicas de los países tropicales y al atraso en
la investigación para comprender su potencial natural, la transferencia de
tecnología agropecuaria ha resultado en hambre y miseria para la mayoría de las
comunidades, en daños irreparables para los ecosistemas tropicales y en una
costosa dependencia para el mantenimiento de la producción agropecuaria.

La intensificación y la especialización de la producción agropecuaria han
ocasionado entonces graves consecuencias para el hombre y para la naturaleza.
Como consecuencias de orden biológico, afectan los procesos fisiológicos de los
organismos vivos; ecológico, desequilibrio de los ecosistemas y social,
degradación acelerada de la calidad de vida de los hombres. Estas
consecuencias pueden reseñarse en la siguiente forma:

Al trastocarse la fisiología de las especies explotadas industrialmente, las
poblaciones animales se convierten en poblaciones enfermas, y hay que tratarlas
como tales. Primero, hay que crearles un microambiente (incubadoras, salas
climatizadas, extractores de aire, salas de ordeño, de parto, reguladores de
temperatura); el manejo sanitario sé realiza con insumos costosos que incluyen
vacunas, sustancias antiestrés, antiparasitarios. La alimentación es dependiente
de la alta tecnología: consumen soya, sorgo, maíz, trigo, harina de carne y de
pescado y además hay que agregar aditivos. En el caso de la cría de truchas,
donde la alimentación debe incluir un 40-50 % de proteína, casi toda es
suministrada por harina de sangre, harina de carne, torta de soya, leche en polvo
y, paradójicamente, por harina de pescado.

Otra consecuencia, comúnmente olvidada, es la considerable pérdida o
inutilización de materiales genéticos animales y vegetales importantes en la
producción de alimentos. Por ejemplo, afirma la investigadora Consuelo Vallejo
que de las 3000 especies de plantas comestibles, explotadas y aprovechadas
históricamente por el hombre, solo 15 alimentan al mundo moderno, produciendo
cerca del 85-90% de la energía humana; dichas especies son: arroz, maíz, trigo
(constituye el 66% del cultivo mundial de cereales), sorgo, cebada, caña de
azúcar, remolacha, papa, yuca, frijol, soya, maní, coco, plátano y camote.
Más drástica aún, es esta reducción en el número de especies animales; la
obtención de carne, leche, huevos, se reduce a la explotación de las especies
bovina, avícola y porcina, obviando otros materiales genéticos que en diferentes
hábitats han sido importantes para producir alimentos.

En otro sentido, el fraccionamiento del proceso fisiológico del animal, con base en
criterios económicos ha conducido de un lado, al beneficio económico que de ello
obtienen poderosas empresas transnacionales, que manipulan el material genético
en laboratorios, lo monopolizan y lo venden, junto con el paquete tecnológico
correspondiente, y del otro, a un marcado fraccionamiento en la investigación con
los organismos vivos. La inseminación artificial, al utilizar un número limitado de
machos reduce las posibilidades de varianza genética de las poblaciones; además
se lleva a cabo con individuos que, muy probablemente, bajo otras condiciones, la
expresión de su potencial genético no se manifiesta, o de hacerlo, es porque se
les ha subsidiado altamente. En otros términos: los criterios de selección
productivista de esos “individuos” en los centros especializados, los alejan de las
presiones de selección natural y, por lo tanto, no producen más que un
alejamiento genético con las poblaciones de las que provienen; en fin, la reducción
de la variabilidad genética fragiliza las poblaciones, que no pueden soportar el
azar de las condiciones ecológicas. La utilización de esos materiales genéticos
exige una artificialización cada vez mayor de las condiciones de cría, a fin de
controlar los efectos de ese azar.

Los problemas ecológicos que originan las explotaciones intensivas agropecuarias
son de gran magnitud. La devastación de grandes zonas de bosques para ser
convertidas en praderas o en tierras de cultivos y la utilización indiscriminada de
agroquímicos ocasionan un gran desequilibrio de los ecosistemas. Unido a esto, la
producción de altos volúmenes de excretas por parte de las grandes explotaciones
pecuarias contamina en alto grado el aire y las fuentes de agua potable. Como el
afluente de esas explotaciones contiene grandes cantidades de materia orgánica,
la tierra está, por consiguiente, un permanente déficit, sobre todo donde los
excrementos animales no retornan al suelo. En las modernas explotaciones
intensivas, eso se está tornando en un problema cada vez más agudo.

La implantación del modelo agroindustrial ha reportado para los países
subdesarrollados consecuencias realmente negativas. Ha reportado el
crecimiento deformado de la economía agropecuaria de estos países; ha orientado
el consumo tradicional hacia uno importado de las sociedades capitalistas
desarrolladas, el cual margina aún más a los sectores más pobres de la población.
Por otra parte los ha obligado a la importación de alimentos básicos, que
aumentan desmedidamente sus precios debido al control monopolista ejercido por
las empresas transnacionales agroalimentarias.

Esa relación de dominio de los factores de producción evidencia condiciones
desventajosas para los países del Tercer Mundo, como el endeudamiento externo,
la fuga de divisas, el déficit de la economía, el desempleo social, la
sobreexplotación económica, que no son precisamente los mejores indicadores
del progreso y del bienestar. En síntesis, resulta totalmente inadecuada la
transferencia de una tecnología que, en vez de generar empleos, los elimina o los
sustituye por procesos automáticos. Esta tecnología elimina la necesidad de
trabajar con la gente y eleva al máximo la necesidad de capital. Nuestros países
requieren un desarrollo tecnológico que haga una máxima utilización de la gente,
que es, precisamente, uno de los recursos de mayor riqueza y abundancia.

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